Un prominente falangista, Ernesto Giménez Caballero, fue el principal teórico del arte fascista en España;[15] mientras que el más prestigioso teórico del arte español de la época, Eugenio d'Ors, se esforzó por la creación de un ambiente artístico afín al régimen pero abierto y asimilador (Salón de los Once, Academia Breve de Crítica de Arte, 1941-1954), incluyendo a las vanguardias, que pasaron con el tiempo a ser incluso una seña de identidad del régimen, cada vez más interesado en mostrar, tanto hacia el interior como hacia el exterior, una imagen de modernidad.[16]
En el reparto de parcelas de poder entre las familias del franquismo (católicos, azules, monárquicos —carlistas y juanistas— y militares —africanistas y de otras tendencias—) correspondieron a cada una de ellas ámbitos ministeriales y funciones no siempre bien delimitadas: a los católicos les correspondió el Ministerio de Educación Nacional, donde se centraba la mayor parte de la política cultural; pero a los azules les correspondía la política social y el aparato del Movimiento Nacional, que pretendía una presencia totalitaria en todos los aspectos de la vida pública e incluso privada. Cada una de las familias disponía de medios de comunicación afines.[27]
La imagen ha sido moneda corriente desde poco después de la guerra civil. Primero circuló fuera de España; se suponía que en ella no quedaban más que “curas y militares”, y ni rastro de vida intelectual, refugiada en la emigración. La propaganda oficial, mientras tanto, afirmaba que se había eliminado —hacia el cementerio, la emigración, la prisión o el silencio— la escoria “demoliberal”, y se había restablecido el esplendor “imperial” de España, ejemplificado en nombres de los que hace mucho tiempo nadie se acuerda, y que no es piadoso recordar.
↑Véase el nombre de las ciencias en una escultura existente en Santiago de Compostela panoramio.comArchivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine. (fecha acceso 2011).
Jordi Gracia García y Miguel Ángel Ruiz Carnicer, La España de Franco (1939-1975). Cultura y vida cotidiana, Madrid, Síntesis, 2001. (véase resumido en uclm.esArchivado el 13 de abril de 2012 en Wayback Machine., donde se cita también a Juan Pablo FusiUn siglo de España. La cultura, Marcial Pons, 1999; Dionisio Ridruejo, Escrito en España, 1961)
Javier Tusell, La cultura del franquismo intermedio. El final de la penitencia - Sobre la cultura en el segundo tercio del franquismo, en Dictadura franquista y democracia, 1939-2004, Crítica, 2005, ISBN 84-8432-622-5, pp. 174 y ss. Bibliografía citada como libros de carácter general: Jordi Gràcia, Estado y cultura. El despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo (1940-1962), Presses Universitaires du Mirail, 1996, Shirley Mangini, Rojos y rebeldes. La cultura de la disidencia durante el franquismo, Anthropos, 1987, Juan F. Marsal Pensar bajo el franquismo. Intelectuales y política en la generación de los años cincuenta, Península, 1979.
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Más allá de la identificación, matización u oposición terminológica entre nacionalcatolicismo, falangismo —o nacionalsindicalismo—, fascismo y franquismo, las denominaciones arte falangista, cultura falangista, estética falangista, pintura falangista, escultura falangista, arquitectura falangista, literatura falangista, etc., tienen un uso amplio, que se puede restringir a los productos culturales más identificados con Falange y específicamente con la familia azul dentro de las familias del franquismo; aunque muy habitualmente se generaliza para englobar la totalidad de lo identificado con la denominada España nacional, franquista o de Franco (p. ej. Arte franquista, arte falangista, título del capítulo correspondiente en Ángel Llorente, op. cit.).
la evolución del gusto literario de Fernández Figueroa... típica de los falangistas de su generación.. refleja el paso de la estética falangista de la literatura justificativa o militante a la parasocial, Índice se constituirá en protector de esta corriente humano-verídica que aún no llega a ser socialrealista, representada por escritores como Aldecoa (Manuel L. Abellán, Medio siglo de cultura (1939-1989), Rodopi, 1990, ISBN 90-5183-224-9, p. 176.
Si se puede hablar en un principio de un arte falangista y comprometido, es de corta duración y más estrictamente para usos y fines políticos que generalizado entre el pueblo. Exalta la persona de Franco, el Movimiento... (Vicente Cantarino, Civilización y cultura de España, Prentice Hall, 1999, ISBN 0-13-096149-3, p. 411.
Las denominaciones arte fascista español, pintura fascista española, escultura fascista española, arquitectura fascista española, cultura fascista española, literatura fascista española, etc., son menos utilizadas, pero hay ejemplos:
Las denominaciones arte nacionalcatólico, pintura nacionalcatólica, escultura nacionalcatólica, arquitectura nacionalcatólica, cultura nacionalcatólica, literatura nacionalcatólica, estética nacionalcatólica también tienen algún uso.
Tras el concepto de «exilio interior» surge un nuevo mito bien intencionado de izquierdas, que termina sirviendo a facilitar una lectura estanca y «conservadora» de la época, un mito que siempre se inscribe a la derecha. José María Naharro-Calderón, Entre el exilio y el interior: el «Entresiglo» y Juan Ramón Jiménez, Anthropos, 1994, ISBN 84-7658-438-5.
↑«Ruiz Giménez no estaba solo. Dio paso a una serie de personajes que se revelarían capitales en el proceso de amoldamiento mutuo entre el poder y la vanguardia. Durante su mandato en el ministerio de Educación (1951-1956), se creó un cierto clima liberal.» (marzo, op. cit., p. 25).
↑* El 85 por ciento de los profesores universitarios de España, con once rectores a la cabeza... editaron más de 650 periódicos, algunos con tiradas impresionantes, de hasta 100.000 ejemplares (Jorge Domingo, El exilio republicano español en Cuba, p. xvii). La cifra probablemente sea excesiva: José Antonio Biescas y Manuel Tuñón de Lara (España bajo la dictadura franquista, tomo 10 de Historia de España, Barcelona, Labor, 1980. ISBN 84-335-9431-1, p. 16) hablan de dos tercios del profesorado universitario exiliados o destituidos.
↑En 1934, tras acudir a un congreso en Italia, Ernesto Giménez Caballero había publicado en F. E. el artículo «Arte y Estado», convertido en libro en 1935. Allí identificó el monasterio de El Escorial como «compendio de todas las virtudes del arte español» y «símbolo de lo que debería ser el arte fascista» (véase bibliografía sobre el tema).
↑* «Había que demostrar al mundo que el Alzamiento no había sido solo una sublevación de militares, moros, banqueros y clérigos, sino que también habían intervenido intelectuales y personas civiles de muy diversas procedencias». Sin embargo, y a pesar de algunos tímidos esfuerzos, no se llegó a emprender el camino hacia esa «cultura asuntiva y superadora» de la que nos habla Laín Entralgo. La primera cita, de una entrevista a Pedro Sáinz Rodríguez; la de Laín, de Descargo de Conciencia (1930-1960), Barcelona, Barral, 1976; en Alted, op. cit., p. 224.
Son muy clarificadoras las reflexiones de Jorge Luis Marzo, planteadas en forma de pregunta: «En 1960, los artistas españoles triunfan en el MOMA de Nueva York... El evidente acercamiento cultural del franquismo hacia los Estados Unidos durante los años 50, en el marco del apoyo político norteamericano a Franco, ¿pudo constituirse como resultado de la (des)politización internacional del formalismo abstracto? Y si así era, ¿cómo fue recibida la vanguardia informalista española, producida bajo y por una dictadura, en países democráticos, que blandían la abstracción como bandera simbólica de la libertad?... [Se debe distinguir entre] prácticas “modernas”... del arte pictórico y escultórico —y sus aparatos literarios— que siguió respondiendo a algunas de las premisas clásicas de las vanguardias europeas de preguerra... [y las] obras meramente académicas... Hablar de “vanguardia”, no implica, al menos abiertamente, que toda ella, anterior y posterior a la guerra civil, participara de las mismas premisas que los artistas “modernos” eclosionados a principios de los años 50... “vanguardia” en el sentido oficial que el Estado daba a sus apuestas por el arte moderno. Todo arte moderno que no tuviera sello oficial, no era vanguardia, porque “no era políticamente moderno”. En fin, la cultura franquista, como buena heredera del barroco, supo crear retorcidos retruécanos. Y duraderos». (Arte moderno y franquismo. Los orígenes conservadores de la vanguardia y de la política artística en España, 2006.)
María Dolores Jiménez Blanco, «Academia Breve de Crítica de Arte», en Enciclopedia Madrid S.XX, fuente citada en Academia Breve de Crítica de Arte en Madripedia (fecha acceso 2011).
↑«¿De qué fuentes o corrientes ideológicas se nutre esta interpretación de la historia de España?... las formulaciones realizadas entre 1930 y 1936 por los ideólogos de los grupos anteriormente citados [fuerzas o tendencias políticas e ideológicas diversas (falangistas de distintas orientaciones, monárquicos alfonsinos, tradicionalistas y católicos provenientes básicamente de la extinta CEDA)] integrados dentro del círculo interno del poder franquista. Estos autores son, en concreto: José Antonio Primo de Rivera ['Obras completas', Madrid, 1942], José Monge y Bernal ['Acción Popular (estudios de biología política)', Madrid, 1936], Ramiro de Maeztu ['Defensa de la Hispanidad', Madrid, 1934] y Jorge Vigón ['Historia de España seleccionada en la obra del maestro Marcelino Menéndez y Pelayo', Madrid, 1933 - La de J. Monge es la única obra que conocemos de un miembro cualificado de la CEDA en la que se hace, aunque de forma muy sucinta, una interpretación de la historia de España]... los carlistas... pueden ser aunados, en el aspecto concreto que estudiamos sin grave distorsión, con las formulaciones de los representantes de Acción Española... El que el franquismo inicial presente una ideología basada en la versión más tradicional del catolicismo creemos que hay que interpretarlo, por una parte, como resultado de la debilidad del falangismo (tanto ideológica, como política y social) y por otra como ideología que permitía una mayor posibilidad de acuerdo dentro del círculo interno de poder franquista». Rafael Valls, Ideología franquista y enseñanza de la historia en España, 1938-1953, en Josep Fontana (ed.) España bajo el franquismo, Barcelona, Crítica, 1986, ISBN 84-7423-284-8, pp. 234-245. En el mismo estudio, se cita el texto del prólogo de la Ley de la Reforma de la Segunda Enseñanza de 20 de septiembre de 1938:
El depósito de la genuina cultura de España, a costa de tanto heroísmo salvado, exige de aquellos que han sido llamados a custodiarlos y a transmitirlo, los cuidados más abnegados... reformas radicales que el porvenir de la enseñanza española imperativamente requiere... rápidamente, influir en la transformación de una sociedad y en la formación intelectual y moral de sus futuras clases directoras... La revalorización de lo español, la definitiva extirpación del pesimismo antihispánico y extranjerizante, hijo de la apostasía y de la odiosa y mendaz leyenda negra, se ha de conseguir mediante la enseñanza de la Historia Universal (acompañada de la Geografía), principalmente en sus relaciones con la de España. Se trata así de poner de manifiesto la pureza moral de la nacionalidad española; la categoría superior, universalista, de nuestro espíritu imperial, de la Hispanidad, según concepto felicísimo de Ramiro de Maeztu, defensora y misionera de la verdadera civilización, que es la Cristiandad.
↑Stanley G. Payne «Cultura y educación» en El primer franquismo, Temas de Hoy, 1997, pp. 102 y ss.
↑Pueden verse los textos de las órdenes ministeriales en los que se acuerda, por ser pública y notoria la desafección... por sus actuaciones... por su pertinaz política antinacionalista y antiespañola y dada la evidencia de sus conductas perniciosas que hacían completamente inútiles las garantías procesales... separar definitivamente del servicio y dar de baja en sus respectivos escalafones a una impresionante nómina de profesores, en Luis Enrique Otero Carvajal (dir), Mirta Núñez Díaz-Balart, Gutmaro Gómez Bravo, José María López Sánchez, Rafael Simón Arce: La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo Complutense, Madrid, 2006 ISBN 978-84-7491-808-3 (reseña de Salvador López Arnal). Véase también Luis Enrique Otero Carvajal: «La destrucción de la ciencia en España. Las consecuencias del triunfo militar de la España franquista.» En Historia y Comunicación Social. número 6. Universidad Complutense, Madrid, 2001. ISSN1137-0734 pp. 149-186.
La mayor parte de las depuraciones fueron sanciones meramente simbólicas, ya que muchos de los afectados estaban o muertos o en el exilio. De los que permanecieron en España algunos fueron objeto también de persecución penal, como Julián Besteiro, que murió en la cárcel, o Juan Peset, que fue fusilado. No pocos de los represaliados administrativamente no tenían una vinculación política especial con las izquierdas, como Flores de Lemus. Entre los profesores de bachillerato depurados estaba Antonio Machado (a pesar de haber muerto en Francia) entre los profesores de Escuela Normal Eliseo Gómez (fusilado), y entre los maestros Amós Acero y Vicente Moliner (ambos fusilados). Biescas y Tuñón (op. cit., p. 16) dan la cifra de 7000 maestros entre los 270 000 presos totales en campos de concentración y cárceles del primer periodo franquista; y la de «dos tercios del profesorado universitario exiliados o destituidos».
De los catedráticos en activo en junio de 1936 en la Universidad de Madrid (hoy Complutense), un 44,3 por ciento fueron sancionados. La cifra es similar entre los profesores auxiliares y ayudantes que alcanza el 43,6 por ciento, aunque de un 7,6 por ciento de ellos no se han encontrado datos.Listado completo de los represaliados de la Universidad Complutense tras la guerra civil.
las universidades, estructuradas por la ley de ordenación de julio de 1943, cuyos rectores debían ser militantes de Falange. La realidad, tanto en la enseñanza media como superior, profesores y alumnos, alejados de todo espíritu científico, estaban encuadrados por el SEU y el Servicio Nacional del Magisterio. Tipo de seudocultra que también se manifestó a través de semanarios como El Español editado por la Vicesecretaría de Educación y dirigido por Juan Aparicio. Estos aparatos se completaban con el Instituto Nacional del Libro (que ya había sido creado en 1939) dirigido por Julián Pemartín, destacado ideólogo del régimen (Tuñón de Lara, La España de la Cruzada, op. cit., p. 114).
↑La Iglesia, a cambio del apoyo prestado a la sublevación, exigió el régimen el control del campo que tradicionalmente había considerado suyo: la educación y enseñanza. Por su parte, la Falange como partido único iba a intentar imponerse a través de los mass media. Ello explica el reparto de poderes que se realizó tras la constitución del primer gobierno por Ley de 30 de enero de 1938. En el Ministerio del Interior (Servicios Nacionales de Prensa y Propaganda) los falangistas; en el de Educación, los monárquicos de Acción Española, con Pedro Sainz Rodríguez al frente, bajo la atenta vigilancia del cardenal Gomá, primado de España.... nombró a sus colaboradores siguiendo esa táctica de aunar diferentes posiciones ideológicas que había presidido la constitución del gobierno. En el Servicio Nacional de Primera Enseñanza, el tradicionalista Romualdo de Toledo; en el de Enseñanza Superior y Media, José Pemartín, monárquico de Acción Española; en el de Enseñanza Técnica y Profesional, un técnico, Augusto Krahe. Encargado de Bellas Artes, Eugenio d'Ors, y de Archivos y Bibliotecas, Javier Lasso de la Vega... la necesidad de nombrar a alguien vinculado con Falange la obvió con Alfonso García Valdecasas, un falangista de primera hora, amigo personal suyo, que ocupó un cargo eminentemente técnico y administrativo: el de subsecretario... política educativa y cultural que desarrollaría uno de sus más caracterizados representantes, discípulo de Menéndez y Pelayo [se refiere al propio ministro Sainz Rodríguez], a quien convirtió en mentor de aquélla junto con el pedagogo y educador católico Andrés Manjón. Alicia Alted, Notas para la configuración y el análisis de la política cultural del franquismo en sus comienzos: la labor del Ministerio de Educación Nacional durante la guerra, en Fontana, op. cit., pp. 217-218.
↑La Carta colectiva del episcopado Español a los obispos del mundo entero de 9 de julio de 1937 había supuesto la sanción de la alianza entre Franco y la Iglesia, que interpretaba la guerra civil como una cruzada y a la figura de Franco como un don de la Providencia, que la había salvado de una horrenda persecución. A Franco se le recibía bajo palio en las ceremonias religiosas y se incluyó su nombre en la liturgia de la misa. No obstante, no hubo unanimidad, ni siquiera en la jerarquía: El cardenal Segura, que la República había conseguido privar de su sede toledana, regresó a España durante la guerra y ocupó el arzobispado de Sevilla, desde el que mantuvo fuertes enfrentamientos con Franco, pretendiendo una supremacía teocrática incompatible con la construcción del liderazgo cesarista del Caudillo. Por razones totalmente opuestas, Francisco Vidal y Barraquer, arzobispo de Tarragona, que se había negado a firmar la Carta Colectiva, no pudo volver a España y murió en el exilio en 1943.